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El valor infinito de ser mamá

Este fin de semana celebramos el Día de la Madre en Argentina, una fecha que invita a reflexionar sobre el valor de la maternidad

Este domingo celebramos el Día de la Madre, una fecha que, más allá de las flores, los regalos o las comidas familiares, nos invita a detenernos un momento y pensar en el valor profundo de la maternidad. Porque ser mamá no es un título, ni una condición biológica: es una elección cotidiana, un gesto de amor que se renueva cada día, sin horarios ni certezas, pero con la infinita convicción de que todo vale la pena.

La maternidad tiene muchos rostros. Está la madre que sostiene una mano pequeña en los primeros pasos, la que acompaña las preguntas infinitas de la infancia y se convierte en refugio cuando el mundo se siente demasiado grande. Está también la madre de la adolescencia, la que enseña a soltar, a poner límites, a aceptar el desafío de ver crecer a ese ser que un día fue parte de su cuerpo o de su sueño. Esa madre que aprende a amar desde la distancia y la paciencia, que se reinventa para seguir siendo guía sin ser sombra.

En la adultez, la maternidad toma otro matiz: se vuelve espejo. Las madres se transforman en consejeras, amigas, abuelas; en historias vivas que siguen enseñando sin imponer, acompañando sin condicionar. Ser madre en esta etapa es aceptar que los hijos eligen sus propios caminos, y que el amor no se mide en presencia constante sino en la huella que deja el haber estado siempre.

Y hay también maternidades que no nacen del cuerpo, sino del alma. Madres adoptivas, tías, abuelas, madrinas, mujeres que eligen criar, cuidar, sostener. Porque maternar no es parir, es abrazar. Es poner el corazón en otro ser y hacerlo crecer desde el amor.

En un mundo que a veces corre demasiado rápido, el valor de la maternidad merece volver al centro. No como una exigencia ni como una renuncia, sino como un acto de humanidad. Porque ser mamá —en cualquiera de sus formas— es un ejercicio constante de entrega y fortaleza, una expresión pura del amor más desinteresado y poderoso que existe.

Este Día de la Madre, celebremos a todas: a las que están, a las que estuvieron, a las que eligen maternar de nuevas maneras. A esas mujeres que, con su amor silencioso o su presencia arrolladora, nos recuerdan que el mundo se construye, una y otra vez, desde un abrazo.

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