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El amor florece en múltiples formas

Hoy se festeja San Valentín, una mirada al 14 de febrero desde la psicología y la neurociencia que invita a pensar en el amor

Febrero nos trae, cada año, una fecha que despierta emociones intensas: el 14 de febrero, Día de San Valentín o Día de los Enamorados. Para algunos, es una celebración esperada, un recordatorio de la pasión y el romance. Para otros, una fecha que expone ausencias, expectativas no cumplidas o la presión de encajar en un modelo de amor que, muchas veces, nos resulta ajeno. Pero si algo nos enseña la historia, la psicología y la neurociencia, es que el amor es mucho más que un solo relato. Es un fenómeno amplio, diverso y en constante transformación.

El origen de San Valentín: entre el mito y la tradición

El Día de San Valentín tiene raíces en la Roma del siglo III, cuando el emperador Claudio II prohibió el matrimonio entre jóvenes soldados, convencido de que los hombres sin familia eran mejores guerreros. Se dice que un sacerdote llamado Valentín desafió esta orden y casó en secreto a varias parejas, lo que le costó la vida. Su historia se convirtió en símbolo de la resistencia del amor frente a la prohibición y la represión.

Sin embargo, el 14 de febrero no siempre estuvo ligado a la pareja romántica. Durante la Edad Media, en Europa, se creía que esta fecha marcaba el inicio del apareamiento de las aves, reforzando la idea del amor como un ciclo natural. Más tarde, con la globalización y la cultura del consumo, la celebración se convirtió en una fecha comercial que nos invita –a veces, de manera forzada– a demostrar el afecto a través de regalos y gestos específicos

La evolución del amor: del romanticismo a la neurociencia

El amor, en términos psicológicos y neurocientíficos, es una experiencia que abarca múltiples dimensiones. No es solo una emoción, sino un entramado complejo de neurotransmisores, expectativas y vínculos que construimos a lo largo de la vida. La dopamina y la oxitocina, por ejemplo, nos hacen sentir euforia y apego, mientras que la serotonina regula nuestra sensación de bienestar. Pero más allá de la biología, el amor también es un constructo social: cambia con el tiempo y con las formas en que elegimos vincularnos.

En la actualidad, la idea del amor romántico ha sido cuestionada y ampliada. Ya no hablamos solo de parejas heteronormativas y exclusivas, sino de una diversidad de vínculos: amores libres, poliamor, vínculos afectivos sin sexualidad, el amor propio como base de cualquier relación saludable, y la importancia de la amistad como una forma de amor que sostiene y nutre tanto como cualquier romance.

San Valentín: un día para celebrar todas las formas de amor

Desde la psicología emocional, una de las claves para una vida afectiva saludable es salir del paradigma del amor idealizado y entender que el amor se expresa de múltiples maneras. Quizás este 14 de febrero sea una oportunidad para redefinir qué significa para cada uno de nosotros.

Puede ser un día para celebrar el amor propio, reconociendo que nuestra relación con nosotros mismos es la base de cualquier otro vínculo. También puede ser una fecha para agradecer a las amistades que nos han sostenido en momentos difíciles, o incluso para honrar amores que ya no están, pero que nos han transformado.

En lugar de verlo como una obligación social o una prueba de validación afectiva, podemos resignificarlo como un día para conectar con lo que nos hace sentir vivos, acompañados y en sintonía con el amor en todas sus manifestaciones.

Así como San Valentín desafió las normas de su época, hoy podemos hacer lo mismo: celebrar el amor en su forma más libre, auténtica y expansiva. Porque el amor no tiene una única cara. Florece en cada vínculo que nos nutre, nos acompaña y nos permite crecer.

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