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Eliana Bórmida, íntima con sus hijas Ana y Luisa

Eliana, una mujer en instancias de consagración indiscutida y de grandes reconocimientos en la arquitectura del vino brindó, en su casa, una entrevista exclusiva junto a sus hijas, Anita y Luisa Yanzón. Una charla inédita, amable, cálida y generosa que revela momentos sensibles y emotivos de sus vidas

Eliana es de esas personas que transmiten seguridad al momento de iniciar una conversación. Una mujer innovadora, energética, estudiosa, observadora, sincera, y cuando tiene que expresar algo, siempre tiene la palabra justa. Su larga trayectoria en el universo de la arquitectura del vino y sus emblemáticas obras reconocidas internacionalmente, la han convertido en una de las mujeres más distinguidas del país.

Sus hijas, Luisa y Anita, comenzaron naturalmente desde pequeñas a relacionarse con el mundo de la arquitectura y el diseño de interiores. Luisa, la menor, es dueña de una personalidad inquieta, viajera, desarrolló sus estudios de arquitecta en distintas partes del planeta: desde Argentina hacia México, Chile, Estados Unidos y España para ampliar su cultura y conocimientos. Es quien actualmente se responsabiliza en el área de Interiorismo. Por su parte, Anita (la hija mayor), es dueña de una sonrisa eterna, de mirada transparente y un humor único. Desde hace poco, Ana se integró al equipo como household manager para planificar y coordinar el proceso en una gestión global de vivienda. Generalmente trabaja con familias extranjeras que en algún momento del año desembarcan en sus hogares de Mendoza.

Eliana (en el centro) siempre unida a sus hijas Anita y Luisa Yanzón.

Es increíble como la vida las lleva por un mismo camino todo el tiempo. En alguna medida las tres aman el diseño, la arquitectura, el interiorismo, lo estético. ¿De dónde viene esa pasión?

E: De mis padres. Mi madre amaba todo lo estético y arreglar la casa. Tenía una casa muy linda con jardín grande. Y mi papá estaba al servicio de todo lo que a ella se le ocurría, si había que hacer recambios, retapizar, cambiar los muebles de lugar, sembrar el jardín. Yo heredé eso de mi madre, el amor por los espacios verdes cada vez más atrapan más, y de mi padre heredé su costado intelectual. Cuando me casé con Mario (Yanzón), esa preocupación por lo estético se trasladó a mi propia casa. Con los viajes pude conocer diferentes culturas, y fueron enriqueciendo mi hogar con objetos de distintas partes, al mismo tiempo eso generaba también ciertos temas de conversación en reuniones familiares o de amigos.

A: Nosotras tenemos de ambos lados esa pasión, tanto de mi madre como de mi padre. Recuerdo a mi abuelos maternos que organizaban reuniones temáticas. Cuando me contaban esas experiencias, sentía como si me hubiese trasladado en el tiempo y estuviese viviendo esos momentos junto a ellos. Por ejemplo organizaban un evento alemán, y todo se relacionaba con su gastronomía, ambientación, vestuario. Las fiestas de la primavera eran como fuera de serie. Mi abuela Mimi pertenecía a la sociedad del Garden por lo tanto las flores eran esenciales, coleccionaba objetos insólitos para luego presentarlos en las competencias de arreglos florales. Y por el lado de mi papá, teníamos a la tía Waldina, alguien muy excéntrico que amaba recibir gente en su casa de campo y también organizar fiestas. La creatividad viene de ambos lados.

¿Cómo es compartir la familia y lo profesional?

E: Trabajamos con independencia y proximidad. Nuestro estudio es una casa de dos platas. Por un lado, está el estudio de arquitectura, y abajo, el sector de interiorismo de Luisa. Yo sé que Luisa está ahí con su gente y ella sabe que yo estoy ahí con mi equipo. Entonces cada una está en su espacio, pero cerca. A mí me gusta pasar por su oficina y curiosear qué trabajo están haciendo, disfruto ese intercambio.

L: Nosotros trabajamos la arquitectura de interior desde el proyecto en papel, a partir de allí estamos pensando en el interiorismo pleno. Entonces es una manera de trabajar que no me despega de mi profesión como arquitecta, pero en el interiorismo encontré mi lugar, donde fluyo y me siento libre. Al principio cuando comencé a trabajar en el estudio como Junior me resultó difícil desprenderme del rol de hija. Lo logré alejándome para tomar perspectiva, pero de alguna manera seguí vinculada al estudio de arquitectura como nexo de comunicación porque había muchos clientes importantes que hablaban otro idioma. La idea era aliviar a mis padres en la sociabilidad con el cliente, y eso me abrió muchas puertas. Cuando fui creciendo no sabía por dónde ir, hasta que en un momento conocí a Alice, una inglesa que me incluyó en su equipo de interiorismo para proponer ideas conceptuales en cadenas de hoteles. Empecé a ver otras maneras de trabajo y me encantó. Luego llegó The Vines donde comencé con el proyecto de arquitectura pero finalicé mi trabajo haciendo el interiorismo y a partir de ahí pude despegar.

¿En qué momento se les hizo evidente que Eliana era además de mamá una profesional exitosa?

A: Para mí fue muy difícil, siempre quise que mi mamá fuese ama de casa y estuviese conmigo todo el tiempo. No me bancaba verla todo el día afuera. Era adicta al trabajo, hasta los fines de semana se iba al estudio. Pero cuando crecí me di cuenta que lo bueno de mi mamá era que ella descubrió su vocación, que su trabajo la hace feliz. Ahí empecé a entender todo. Tengo un momento puntual que me hizo dar cuenta de su trascendencia: hace muy poquito mi hija Clara cantó en 23 Ríos, y había mucha gente. En un momento se me acercó un chico y me pregunta si conocía a esa señora, se refería a mi mamá. Cuando le digo que sí y qué necesita, sorprendido me responde: “¿Eliana Bórmida es tu mamá?”. Yo mientras tanto imaginaba que me iba a pedir que le corra el auto, o algo similar (comenta entre risas). Fue como un click que me hizo en la cabeza para reconocer públicamente quién es mi mamá.

L: Me pasa algo parecido, de grande me di cuenta. Como estoy en el mundo de la arquitectura la gente siempre me relaciona con ella. Pero me pasó en Buenos Aires, cuando empecé a tener más contacto con el resto de las provincias, ahí fue cuando logré dimensionar su grandeza. Se dio de dos maneras, una desde afuera cuando la gente me comenta sobre su reconocimiento, ahí es cuando la veo como famosa desde la arquitectura; y otra desde adentro, con mi mirada, y esto lo asocio al momento cuando me despegué del estudio y comencé a verla con su real capacidad, con su extraordinaria manera de ver las cosas. Fue como que dejé de observarla como madre para valorarla más como mujer.

Eliana, auténtica

Mientras Eliana escuchaba atenta a sus hijas, pensaba en sí misma cómo ha sido llegar a la cima de su carrera. Luego de haberse analizado, confiesa: “Jamás pensé voy a trabajar para llegar a ser extraordinaria. Se fue dando, me encanta todo lo que hago, he defendido siempre mi espacio. A pesar de que Mario me bloqueaba lo académico, yo ponía todas las fichas en la universidad, encontraba que enseñar arquitectura a través de lo que la gente ‘grosa’ ha hecho en el mundo era importante para los arquitectos, y yo me deleitaba enseñando y estudiando. Me gusta aplicar lo que estudio para que otras personas vean las cosas de otra manera. Una vez quedé sorprendida cuando un amigo, Carlos Pulenta, me ayudó a dimensionar mi trabajo sobre la casa de Rober Zaldivar. A veces necesito un tiempo para pensar qué importancia tiene tal proyecto para ubicarme. También los congresos, presentaciones o reconocimientos han permitido darme cuenta de mi proyección. Valoro mucho que hasta el día de hoy tengo trabajo y lo hago con solvencia».

Eliana es una apasionada de la arquitectura.

¿Cómo fue combinar la maternidad con la carrera profesional?

E: Muy difícil, y más aún en un mundo que para las mujeres no te daba mucha apertura. Cuando me casé no teníamos nada, ni auto. Y mi familia me había enseñado que cuando uno se casa comienza una vida independiente, entonces tenía que salir a trabajar para poder vivir. Comencé en la facultad, que por cierto no pagaba muy bien, pero me encantaba; y en el estudio no teníamos casi nada de trabajo porque no nos conocía nadie. Estaba muy dedicada a la universidad, salía muy tarde de allí y cuando llegaba a casa tenía a las chicas esperándome para ayudarlas con las tareas. Era muy complicado, reconozco que tenía una energía fuera de lo común. Ana me reclamaba por qué no iba de jogging a buscarla a la escuela como lo hacían otras madres (soltó la risa).

¿Proyectaste alguna vez ese desarrollo en tus hijas?

E: Siempre traté de darles mucha libertad en sus pensamientos y en sus gustos. Luisa tenía una extravagancia por los colores, le encantaba las cosas fuera de lo común. Cuando viajábamos, llevaba su libretita y dibujaba los edificios. Lo que si proyecté en ellas fue la idea de la independencia. Un día Luisa llegó muy abatida comentándome sobre sus amigas que se habían casado con norteamericanos y les habían regalado anillos de brillantes, ella me decía ‘quién me va a regalar uno a mi’. De inmediato le contesté: ¿vos querés un anillo de brillantes?, ¡cómpratelo vos!.

L: Me dijo las palabras justas.

Más transparentes que nunca, Eliana y sus hijas.

¿Cuál es la mayor virtud y el mayor defecto de cada una?

L: En mi mamá creo que eso de ser independiente es una gran virtud que supo transmitirla. También me ha inculcado el mensaje de ‘ser amiga de uno misma’. Siempre fomentó esa idea, y lo cierto es que cuando tenés la posibilidad de conocerte a vos misma, tenés trascendencia propia, es el momento cuando estás presente en vos. Me pasó estando en una reunión de amigos en Italia cuando de repente empecé a extrañar mucho. Me fui de inmediato al baño para llamar a mi mamá porque estaba desesperada y me dio el mejor consejo: que volviera a salir con una sonrisa y que estuviese conmigo misma, ahí fue cuando entendí su mensaje “vos estás con vos y sos tu mejor amiga de vos misma”. Hay que reconfortarse cuando hay un problema. Y esa es una de las cosas que hoy quiero que se prolongue en el tiempo y transmitírselo a mis hijos.

A: Encuentro montón de virtudes, ahora de grande (risas), porque en la adolescencia eran todos defectos (continúa riendo). Encuentro en ella mucha generosidad, en exceso. No sólo en lo económico, sino en su tiempo, en su conocimiento, algo que no es normal en estos tiempos, porque todo el mundo está acelerado y no piensa un poco en el otro. Ella siempre te está escuchando, y cuando pasan los días vuelve a preguntar cómo estas o si solucionaste el problema, y no sólo lo hace con la familia sino con sus allegados, sus amigas, está muy pendiente de los demás. Y también admiro la capacidad que tiene de solucionar las cosas, cerrar capítulos y seguir andando. Como defecto, puede ser el tiempo que le dedica al trabajo, antes lo laboral era muy físico pero ahora con la virtualidad está en su casa pero tiene que ocupar más tiempo aún porque a nada puede decir que no, entonces todo el día está conectada con el mundo, participa de seminarios, conferencias, más el trabajo diario. Es adicta al trabajo, no tiene límites.

L: A la hora de trabajar es un poco difícil de entenderme, es muy vertical, esa es la parte más difícil para mí. Y en lo personal, coincido con Ana en eso del tiempo. Es como que tiene un exceso de prudencia en su tiempo. Por ejemplo, llega a casa y de repente dice ‘me voy’, y a uno le gustaría que se quede un rato más, que no sea tan estructurada. Es tan estricta que hasta se pone límites como para no sentir que está invadiendo al otro, y a mí me gustaría que fuese más libre.

Debe haber algo entre ustedes que se admiran mutuamente. ¿Qué es lo que más les atrae una de otra?

E: Reconozco que las dos son personas muy libres y seguras de ellas mismas, eso me causa admiración. Tienen mucha identidad, son muy auténticas. Me encanta que sean amigas entre ellas. Son trabajadoras y responsables, además de ser dos madrazas. Cuentan con una enorme versatilidad.

L: Admiro de Ana lo que encuentro un defecto. Creo que admiro su resiliencia, ese ‘easy going’ que la destaca. En ella siempre todo está bien, es carismática, es simpática y no avasalladora. Es tía Waldina (risas). Pero en eso tan lindo que tiene encuentro su defecto, porque claramente le pasan cosas o situaciones difíciles, pero siempre es tan fenómena que no le da lugar a ella misma y a exponer sus problemas. Lo que le veo como virtud, aparece como un defecto oculto.

Luisa y Anita Yanzón, hermanas inseparables.

Las mujeres van cumpliendo etapas en la vida, van evolucionando con el paso del tiempo… ¿Sienten que sus obras van madurando y creciendo de la misma manera?

E: Me siento muy segura abordando temas y problemas de escala compleja, las comprendo y resuelvo con relativa naturalidad, noto que tengo solvencia y conocimiento, eso es un capital muy grande. Ahora como mujer me pasó algo muy curioso, después de los 70 sentí un umbral diferente, empezó a cambiar mi cuerpo, la energía, la resistencia. Y es difícil darse cuenta qué está pasando en un mismo, pero hay que estar preparado porque el cambio sucede. Es difícil entender la tercera edad, y no tiene que ver con la parte académica ni del trabajo, sino con lo físico como mujer, realmente es un umbral.

A: Noté el crecimiento de mis obras en la madurez de la mujer. Puedo verlo en mis hijos, que son buenos chicos, ese fue mi verdadero trabajo, y puedo sentir que han crecido sanos y maduros. Estoy orgullosa conmigo misma, porque hace un tiempo mi comodidad era extrema y tuve que salir de esa zona de confort (algo que también fue extremo). Me puse la camiseta de mamá laburadora y ahora entiendo cuando mi madre se tenía que ir y dejarnos a nosotras en casa. Mis hijos vieron dos etapas de mi vida, la de ama de casa, y la segunda con matrimonio separado, mamá trabajadora y que trata de ser ama de casa al mismo tiempo. Hoy mi balance es positivo.

L: Yo siento un umbral similar, pero el de los 40, creo que en el trabajo también lo siento. Mi papá me enseñó que tenía que ‘foguearme’. Cuando terminé el trabajo en The Vines había logrado todos los laureles pero sentía que me faltaba muchísimo, y siendo consiente de ello le dije a mi marido: ‘Aún no puedo comunicar nada’. Hace muy poco, sentí ese proceso de maduración. Dije ‘Esta soy yo, ahora puedo enseñarle a mi equipo, sin tener que experimentar con ellos, logré poder comunicarlo’.

Sincera y cálida, así se mostró Eliana para Voilà.

¿Cómo es un viaje entre ustedes? ¿Les gusta ir de shopping?

E: Nos encanta viajar juntas, recorrer museos, aunque tenemos que tener mucha paciencia con Anita porque puede pasar horas frente a una obra (ríen). Vamos muy poco a centros comerciales, nos atrae más el shopping callejero. Somos súper adaptables al lugar, podemos estar igual de bien en un hotel cinco estrellas que en uno que no tenga nada de lujos. Nos gusta combinar las dos experiencias.

A: Tenemos otra visión cuando viajamos gracias al conocimiento de mis padres, que sin querer nos han ido transmitiendo. Por ejemplo poder mirar hacia arriba un edificio y ver su arquitectura, o que mi mamá (que es muy fan de los mapas) nos explique sobre la historia del lugar, ahí es cuando nos toca disfrutarla como profesora o como guía y como mamá por supuesto.

L: También disfrutamos salir a comer. Siempre tenemos los datos de todos los restó, lugares y comidas que hay que probar. Nosotras organizamos ese tema y mi mamá se deja llevar. Para mí no hay nada más placentero que probar la comida de cada lugar, es más me pongo a dieta antes de viajar para luego comer como quiero (ríen). Y si bien vamos a hoteles impresionantes para ver cómo funcionan, nos atrae mucho más quedarnos en lugares que tengan mucha identidad, con calles bonitas, donde podamos ir a comprar comida y hacer de cuenta que pertenecemos a ese lugar.

Mano a Mano

Un momento que las llene de felicidad

Viajar

Una charla que las apasione

Hablar sobre distintas costumbres, las que nos hayan llamado la atención mientras estamos de viaje.

Una situación que las paralice

E y A: Los temblores

L: Miedo a perder a mi mamá y mi hermana.

Una comida que las identifique

Lasaña

E: Un Cabernet Sauvignon

A: Un espumante

L: Un Chardonnay

Un proyecto por el que sientan debilidad

E: Me gustan los proyectos que mezclan, aquellos que combine con la naturaleza y donde la arquitectura es parte del contexto natural, y además los que tengan que ver con la cultura de la gente. Me fascinaría la idea de intervenir algún pueblo.

L: Me entusiasma el proyecto de crecer en nuevos mercados, pero siento debilidad por la primera casa que realicé en Quito, Ecuador; y un proyecto sobre el restyling de una casa en Barrio Parque, Buenos Aires, donde pude crear sin límites, con mucha exigencia pero libre.

A: Siento debilidad por Dianne, una de mis clientas texanas. Por otro lado el montaje de una casa de brasileros en Alfa Crux. Finalmente, disfruto al 100% cada evento que hago o alguna cena para agasajar a los demás.

Un lugar en el mundo

E: Roma

A: Italia, en su totalidad

L: No sé. Demasiados, no puedo decir sólo uno. Quiero estar en todos los lugares a la vez.

Fotografía: Walter Talotti – IG: @waltertalotti

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