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Alergias de otoño

La llegada de la estación trae consigo el aumento de estados alérgicos. ¿Cómo prevenirlos?

Llegó finalmente el otoño y si bien como dice la canción “no es lo mismo el otoño en Mendoza”, lo cierto es que más allá del paisaje dorado que comienza a vestirse la provincia, también es una época en la cual las alergias comienzan a dar las primeras señales.



Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha llegado a clasificar las enfermedades alérgicas entre las 6 patologías más frecuentes del mundo. Se estima que pueden afectar al 20-25% de la población mundial, resultando más afectados los países desarrollados e industrializados que el resto.


Pero, ¿qué son las alergias?

La alergia es una anomalía de la respuesta del sistema inmunitario frente a elementos de nuestro entorno que no suponen ninguna amenaza para nosotros.

Así, un grano de polen o las proteínas de la leche de vaca no es ninguna amenaza para el organismo; sin embargo, en los individuos que son alérgicos, su sistema inmunitario reacciona intensamente contra ellas segregando sustancias que producen los síntomas. Así, dependiendo del órgano en el que se produzcan estas reacciones alérgicas se manifiestan unos síntomas u otros. Por ejemplo, si tienen lugar en el aparato respiratorio se aquejarán síntomas típicos de rinitis o de asma. Si suceden en la piel aparecerán síntomas de urticaria o eccema.

Veamos un poco más del por qué en otoño, las alergias comienzan a proliferar…



Más allá de la primavera –estación que lidera las alergias-, en el otoño también se produce un importante aumento de casos de alergias. ¿Por qué, si se supone que no es tiempo de polinización? Las causas son diversas, y muchas de ellas no tienen que ver con las plantas sino con nuestros hábitos y forma de vida.

La principal razón se relaciona con los ácaros ya que esta estación es una época propicia para la proliferación de los ácaros y el consiguiente aumento de la carga ambiental de los alérgenos que derivan de ellos.

Así, según los expertos, en otoño se está más expuestos a los ácaros porque, con la llegada de las temperaturas más bajas, los espacios están menos ventilados: las puertas y las ventanas se mantienen cerradas, a diferencia de lo que suele ocurrir en verano.

En esta época también aumentan los niveles de humedad en el ambiente. Y los ácaros, además, pueden haberse acumulado en las prendas de abrigo, que se vuelven  a usar después de que permanecieran guardadas durante los meses de calor.

Mascotas, polen y otros alérgenos

Para quienes conviven con mascotas, pasar más tiempo dentro de casa y con menos ventilación también equivale a estar más expuestos a los epitelios, restos de piel o pelos de los animales, que también pueden ser alérgenos. Por lo demás, las bajas temperaturas en sí mismas disparan los síntomas de quienes padecen alergia al frío.



Otro factor que ejerce su incidencia es la vuelta de los niños al colegio y a otros sitios como comedores, festejos de cumpleaños, etc. Allí se exponen a distintos alérgenos y pueden luego llevarlos a sus hogares. Y no solo alérgenos, sino también enfermedades virales, que repuntan en esta época y empeoran los síntomas de las alergias.

Las enfermedades alérgicas más frecuentes

Más allá de las distintas causas que las originan, lo cierto es que la mayoría de las patologías generadas por alergias en otoño son similares a las de primavera. Las más comunes son las siguientes:

1. Rinitis

Se produce por la inflamación de las capas internas de la nariz. Sus síntomas son los típicos de la congestión: abundante mucosidad -por lo general transparente y en forma de goteo-, picor de nariz, taponamiento nasal, tos y estornudos en gran cantidad. Con frecuencia es acompañada de conjuntivitis, la inflamación de los ojos.

2. Dermatitis atópica

En este caso lo que se inflama es la piel, que se torna seca y muestra lesiones rojizas, pequeñas ampollas o descamaciones. Por lo general, también se produce un intenso escozor. Es la enfermedad crónica de la piel más común en niños. Otras formas de dermatitis, como la de contacto, también pueden surgir por alergia a ciertos materiales o sustancias.

3. Asma bronquial

La alergia puede ser causa de asma, aunque no todas las formas de asma son alérgicas. Los síntomas del asma incluyen dificultad para respirar, tos y sibilancias (o “pitos”) en el pecho.

4. Urticaria

La principal característica de la urticaria son las ronchas que aparecen en cualquier parte del cuerpo. Tales ronchas son placas de piel que se elevan y marcan un relieve, como picaduras de mosquito; su color es rojo, a menudo adquieren un gran tamaño y pican mucho.

En ocasiones, en lugar de urticaria lo que aparece es algo llamado angioedema, que es el surgimiento -también en cualquier parte del cuerpo- de hinchazones similares a las ronchas pero no en los tejidos externos de la piel, sino por debajo.

5. Hipersensibilidad a los insectos

Aunque los mosquitos pican sobre todo en verano, en otoño existe el riesgo de sufrir una reacción alérgica sobre todo por picaduras de himenópteros, un orden de insectos que incluye a abejas, avispas, abejorros y hormigas.


¿Cómo prevenir las alergias otoñales?

Dado que los ácaros son los mayores responsables de alergias en esta época, la primera recomendación es reducir su presencia en la medida de lo posible. Para tal fin, es clave cuidar la higiene del hogar (evitar que se acumule polvo o moho), ventilarlo todos los días y no hacer un uso excesivo de la calefacción.



También conviene cambiar los filtros de la calefacción y de los acondicionadores de aire, para evitar que bombeen aire con ácaros o con polen. Es importante, además, lavar con frecuencia las sábanas y demás ropa de cama, así como todas las prendas, sobre todo las de lana.

Otra clave es impedir, en lo posible, que los niños lleven muñecos de peluche a la cama, pues son -junto con los elementos de la cama, las alfombras y las cortinas- los sitios “preferidos” por los ácaros.

Lo aconsejable, por lo demás, es evitar los paseos prolongados por zonas con plantas y árboles que polinicen en esta estación, no permitir que se formen acumulaciones de hojas secas en el patio o en el jardín, y mucho menos arrojar las hojas caídas en el suelo o entrar en contacto con vegetación muerta o en estado de descomposición.

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